El aplauso es contagioso

La duración de una ovación depende más del número de asistentes que de la calidad del espectáculo

¿Es de esas personas que tras un concierto, una obra de teatro o una conferencia no escatima en aplausos? ¿Lo hace de forma voluntaria o porque los demás también aplauden? Según un reciente estudio llevado a cabo por investigadores de Suecia, Alemania e Inglaterra, el aplauso es fruto del contagio social; aún más, el comportamiento del grupo determina la duración de las palmadas con independencia de la calidad del espectáculo o de la charla.

Presión social
Los investigadores, dirigidos por el matemático Richard Mann, de la Universidad de Uppsala, grabaron a un total de 107 estudiantes mientras asistían de público a unas breves conferencias científicas. Analizaron las filmaciones teniendo en cuenta factores como la duración de los aplausos y el tiempo que tardaban los probandos en comenzar a aplaudir. Los resultados sugirieron un comportamiento social condicionado. En otras palabras, el inicio y el final de los aplausos dependían de lo que hicieran el resto de participantes.
Tan solo hace falta que una o dos personas empiecen a aplaudir para que la acción se extienda al resto de asistentes como si de una enfermedad contagiosa se tratara, señala el estudio. Y si uno o dos individuos dejan de batir las palmas, los demás asistentes reaccionan de igual forma. Según los autores, la presión social que se genera depende más del volumen de los aplausos que de la conducta de la persona que se tiene al lado. Asimismo indican que el modelo de contagio social de su análisis sugiere que el tiempo que la audiencia invierte en los aplausos puede variar, incluso en ausencia de la calidad de las presentaciones. Fuente: Investigación y Ciencia
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